Angkor, la ciudad de los Templos (Angkor Wat y Angkor Thom)
Angkor, ruta larga de templos
Después de conocer un poco Siem Reap, nos decidimos a empezar la ruta de templos de Angkor (el «tour largo», que incluye también los templos de las cercanías de Angkor Thom), que hicimos en bici y moto y repartimos en 2 días.
¿Qué tiene Angkor de especial?
La ciudad de los templos, fue en su día la capital del antiguo imperio Jemer, dónde se calcula que llegaron a vivir unas 20.000 personas entre sus muros.
Construida en la primera mitad del siglo XII; dedicada al dios hindú Vishnu (el Preservador), fue sufriendo cambios y modificaciones a lo largo de los años, cuando los reyes de Angkor se convirtieron al budismo. Es por eso que muchos de los templos presentan un perfecto equilibrio entre ambas religiones.
Cómo ir al complejo de Angkor
Para visitar el complejo de Angkor podéis contratar un tour, hay un recorrido corto que engloba los templos principales como Angkor Wat, Angkor Thom, Ta Prohm y los más cercanos, y otro largo que incluye algún templo más.
Si queréis visitar Angkor por vuestra cuenta (que es mi recomendación si queréis mayor libertad y un precio más económico) podéis hacerlo en tuktuk, apalabrando previamente precio y templos a visitar, o en bici o moto, que es lo que hicimos nosotros y desde mi punto de vista es la mejor manera de disfrutar de todos sus encantos.
¿Cómo fuimos nosotros?
Alquilamos unas bicis el primer día para visitar los templos más cercanos, y el segundo día fuimos con la moto a los que están más alejados (Pre Rup, Banteay Samre, Neak Pean).
Visitar el complejo a pie creo que es una locura, a no ser que estés en muy buena forma (y no hay que olvidar el calor y la humedad de la selva camboyana) y no te importe estar más tiempo haciendo senderismo que viendo los templos, y que hayas cogido la entrada de una semana.
Primer día en Angkor (en bicicleta)
El primer día que dedicamos a los templos no empezó demasiado temprano porque nuestros pies comidos por los peces se pegaron a las sábanas, pero a las 8 ya estábamos preparados y con bicis de White Bicycles (3$/día) en mano, que alquilamos en el Ivy Guesthouse (He puesto un marcador en el mapa), para emprender nuestra aventura angkoriana sobre ruedas.
Camino a Angkor
Después de cruzar el caótico tráfico mañanero por la zona de los mercados y el palacio real, y más o menos otra media hora de camino por la carretera principal, llegamos al control de entrada a la zona de Angkor.
Cuál fue nuestra grata sorpresa cuando nos pidieron las entradas y nos dimos cuenta de que no se vendían ahí, sino en otro sitio, que además no estaba precisamente cerca, según mi perspectiva de ese momento.
Después de dar vueltas y pasar un par de veces por el mismo sitio, un hombre nos paró para dibujarnos un croquis en la tierra, al final conseguimos encontrar el cruce y la carretera y llegar a las taquillas sin nigún percance; aunque yo, con mi dominio innato con la bici, a día de hoy aún no se cómo no me atropellaron ese día.
Comprar el ticket de entrada a Angkor
Una vez allí, hay un montón de mostradores donde comprar la entrada, que la puedes comprar para un día por 37$; para tres días por 62$; y para una semana por 72$.
Elegimos comprar el ticket de 3 días aunque sólo fuéramos a gastar dos ( y el primero ya estaba corriendo….). Guardarlo como un tesoro, por que además de ser caro os lo pedirán en cada templo que visitéis una vez dentro del complejo y no es recuperable ni reemplazable.
¡OJO!
El ticket no se compra en el punto de control de entrada a Angkor.
Conseguimos las dichosas entradas
Ya habían pasado las 9 y media de la mañana y con la emoción y concentración del camino ante la conducción temeraria se nos había olvidado desayunar, así que ya de vuelta a la entrada de Angkor nuestros estómagos empezaban a rugir para recordárnoslo.
Sólo vimos un par de puestecillos o restaurantes improvisados en las inmediaciones, con unas cuantas mesas en las que sólo había dos señoras sentadas.
Nos sentamos en uno de ellos e intentamos decirle con palabras, manos y pies a la buena mujer que queríamos arroz frito, pero después de un rato de pelear con el idioma, al final nos convenció de que «soup» es lo que había y «soup» nos iba a dar, así que lo aceptamos y nos llevó a la cocina para elegir de un barreño la carne que queríamos para nuestra sopa.
Hay que decir que el desayuno típico camboyano es una sopa acompañada de té; un caldito suave pero sabroso, con mucho ajo, verduras, algo de carne y fideos de arroz. Ellos le echan salsa de chili como condimento extra, yo lo prefiero así tal cual.
Después de servirnos todas las salsas y una jarra con té (la ponen a veces aunque no la pidas, como costumbre o tradición, y no te la cobran), nos traen nuestras esperadas sopas. Tengo que mencionar que estaba buenísima y nos dió el chute de energía necesario para el día, no sé si fue el caldo o la carne del barreño…
Angkor Wat
Estuvimos un par de horas para explorar Angkor Wat, el más grande de todos los templos, aunque no olvidemos que es también la estructura de carácter religioso más grande del mundo además de que Angkor Wat como tal, se refiere a la ciudad completa, no solamente a la estructura central en la que piensas al oír el nombre.
Aunque estaba concurrido en algunos puntos, sobretodo cerca de las entradas de los templos; sólo la entrada en bicicleta al camino que rodea el lago de Angkor Wat ya es algo para experimentar.
La torre central de Angkor Wat
Para subir a la torre central de la tercera terraza, puede que tengas que hacer cola un buen rato (no fue nuestro caso, que estuvimos como mucho 5 minutos) porque sólo un número limitado de personas pueden subir a la vez.
Como detalle, decir que a mí (y a otras pocas) me pusieron pegas para subir por llevar una camiseta sin mangas aunque llevaba los hombros tapados con un pañuelo; sólo me pasó en Angkor Wat, en el resto de templos basta con llevarlos cubiertos.
Por casualidad (o no), había un puestecillo muy cerca de los jardines dónde recargamos nuestras reservas de agua y me hice con una camiseta de manga corta por un par de dólares, para no perderme las increíbles vistas desde la torre más alta de Angkor y dar así (de estupefactos) por visto Angkor Wat.
Preah Khan
Salimos a recuperar un poco el aliento, y después de refrigerarnos un poco, seguimos la marcha dirección Angkor Thom, que pasamos de largo (¡por ahora!) para seguir nuestro camino hacia Preah Khan.
Sólo diré de momento que la entrada por la puerta sur de Angkor Thom es digna de película; la encontramos al pasar el puente custodiado por dos serpientes Nagas, con 54 Devas (dioses protectores) a la izquierda y 54 Asuras (dioses demonios) a la derecha, representando el «batido del océano de leche», un famoso cuento tradicional hindú, que cuenta cómo dioses y demonios lucharon por conseguir la inmortalidad.
Una vez dejamos atrás Angkor Thom y nos adentramos en la ruta «extendida» (la que la menoría de los turistas recorren) va desapareciendo el bullicio de gente y tuk-tuks y el sonido de la selva ahora es tan emocionante como estremecedor.
La primera entrada a Preah Khan según seguís el camino es la entrada oeste, nosotros por alguna razón no nos dimos cuenta y nos la pasamos, así que entramos por la entrada este, cosa que recomiendo, puesto que es la entrada principal al templo.
Este es un templo de una sola planta que, como el famoso Ta Prohm, se ha dejado en gran medida como se encontró, ya que los árboles y las raíces que crecen entre sus paredes y muros son su único sustento.
Preah Khan, en los alrededores de Angkor Thom, Siem Reap Camino que bordea Preah Khan, Angkor Thom, en Siem Reap Vistas desde la entrada este a Preah Khan
Phimeanakas
Después de dedicarle casi una hora a Preah Khan y comer algo rápido por allí, nos dimos la vuelta de nuevo dirección a Angkor Thom, entrando esta vez por su puerta norte.
Habiendo pasado los conductores de tuktuk que se echan la siesta en sus hamacas a la sombra de los árboles, y algunos pequeños templos algo más alejados del camino que, si vas con tiempo, se merecen un vistazo;, nos topamos a la derecha (entrando por la puerta norte) con la Terraza del rey leproso, la monumental Terraza de los elefantes y el Palacio real, presidido por el Phimeanakas.
A la izquierda queda Prasat Suor Prat, que consta de doce torres, seis a cada lado de la carretera que lleva a la Puerta de la Victoria.
Phnom Bakheng: Atardecer idílico
El Bayon y el Baphuon los reservamos para el día siguiente porque se estaba haciendo tarde y queríamos llegar pronto a Phnom Bakheng, que es un templo-montaña (Phnom significa montaña) que data de los siglos IX y X, y que está construido en un estilo que lleva su propio nombre, el Bakheng.
Las vistas que os ofrece, así como la puesta de sol desde lo alto del templo, son inigualables. Por eso es que se llenará cada día de turistas a las horas en las que baja el sol.
Hay un número limitado de 300 visitantes que pueden subir a la vez al templo, medida que encuentro bastante sensata. No obstante, esa tarde bochornosa estaba bastante nublada, lo que impedía ver el atardecer de ensueño que todos los allí presentes estaban buscando, razón por la cual cuando nosotros llegábamos bajaba una marabunta de gente montaña abajo y que al fin y al cabo, nos permitió disfrutar lo que vimos un poco menos atosigados.
Nosotros, sin perder la esperanza y dispuestos a tener nuestro atardecer angkoriano, subimos hasta arriba, dónde ya sólo quedaban unas pocas personas que habían esperado pacientes por si el cielo se abría dejando ver el sol. Y…Voilá!
El cielo se abrió, aunque sólo fuera un poco, dejando entrever los rayos de sol entre las nubes, regalándonos una imagen desde el Bakheng de lo más especial.
Y así acabó un día bien aprovechado
Aún había algo de luz cuando llegamos abajo, cogimos las bicis y nos pusimos en marcha de vuelta a Siem Riep. A esas horas, aunque sigue haciendo calor, ya no es sofocante, así que los monos aprovechan para bajar de las ramas y escondites en los templos y acercarse a la carretera, en busca de desperdicios de comida que ha ido dejando la gente a lo largo del día (así que mejor no estar mucho parados por la zona en esos momentos)
Al llegar al hostal hablamos con el chico de la recepción para tratar de alquilar una moto para la mañana siguiente, y después de unas cuantas llamadas el chico nos dijo que conocía a alguien que podía/querría alquilarnos una y que nos la traería en un rato. Así que todo arreglado, la moto nos estaría esperando al levantarnos por la mañana.
Segundo día en Angkor (en moto)
Nuestro segundo día en Angkor nos tenía que cundir, así que nuestros despertadores sonaron a las 4:30 de la mañana (igual que nos suenan cada mañana en Alemania, vamos).
Ya con la moto en la puerta (12$/día), la que sería ese día nuestra compañera de viaje, encaramos de nuevo el camino a Angkor para ver el tan famoso amanecer desde Angkor Wat. No fuimos los únicos en pegarnos el madrugón, ya que no eran pocos los tuktuks y las motos que llevábamos la misma dirección.
Amanecer en Angkor Wat
Cuando entramos a los jardines de Angkor Wat, lo que en su día fueron dos bibliotecas a los lados del pasillo y la charca izquierda (desde dónde está hecha una de las fotos más representativas de Camboya) ya estaban escondidos detrás de una masa de gente, entre la que deambulaban algunos locales vendiendo café.
En la charca al lado derecho del pasillo no había prácticamente nadie, así que nos sentamos a disfrutar de nuestro desayuno comprado en el supermercado el día anterior, pensando, tan ingenuos, que íbamos a tener la suerte de disfrutar de la salida del sol casi en soledad. Cuando me terminé mi café enlatado y miré hacia atrás, comprobé que se había llenado todo de objetivos, cámaras y trípodes en cuestión de minutos.
Angkor Wat tiene una particularidad (bueno, tiene varias, como que es uno de los pocos templos donde en la cara norte no hay puerta), y es que es el único templo en Angkor que está ubicado hacia el oeste, por lo que el sol le sale por detrás, regalándonos un amanecer único y espectacular, a pesar del mogollón de gente irrumpiendo el encanto del momento, y a pesar de las nubes que había ese día.
Pero si tienes tiempo para explorar un poco, seguro que puedes encontrar en Angkor tu amanecer de ensueño particular, lejos del bullicio.
Cuando el Lorenzo ya rozaba los picos de las torres de Angkor Wat y la gente empezaba a levantarse para visitar el señor templo, nosotros cogimos rápidamente nuestra moto y salimos dirección Bayon, aprovechando la calma de Angkor a esas horas de la mañana.
Angkor Thom
Ahora si, investigamos Angkor Thom
Cruzamos de nuevo la imponente puerta sur de Angkor Thom y nos topamos de nuevo con las casi 200 majestuosas caras del Bayon, esta vez sí, para admirarlas de cerca.
El esplendor de Angkor (Thom)
Después de que los ejércitos vecinos del antiguo reino de Champa saquearan Angkor Wat y mataran a su rey, el joven príncipe venció a los enemigos y logró expulsarlos de su territorio.
El príncipe, y luego rey, Jayavarman VII, fundó la nueva capital de Angkor, Angkor Thom, terminando la construcción del Bayon, su principal esplendor. Siendo Jayavarman VII budista y su predecesor hindú, el Bayon fue sufriendo múltiples cambios y transformaciones a lo largo de los años, quedando reflejada en la piedra la transición religiosa del reino Jemer para la posteridad.
Las «200» caras del Bayon
Las amplias terrazas se intercalan con angostos pasillos, y cuanto más te acercas al centro, más estrecha es la estructura. Sin duda alguna este templo es uno de los más impresionantes y enigmáticos de todo Angkor, no sólo por la forma en que está construida su estructura, sino también por sus relieves y murales.
En la terraza superior, entre las torres, podemos observar, y sentirnos observados por las cientos de caras sonrientes y serenas mirando a los 4 puntos cardinales.
Los mejores momentos para visitar el Bayon son las primeras horas de la mañana cuando el sol no está muy alto y a última hora de la tarde, por la misma razón. Cuando el sol no tiene mucha altura y refleja en las caras el Bayon tiene un encanto si cabe más especial.
Nosotros entramos al templo prácticamente en solitario y salimos de él entre cámaras y poses de toda clase.
Aprovechando el aún «fresquito» mañanero, y la hora de ventaja que le llevabámos a todos los que venían detras, salimos de Angkor Thom por la puerta de la Victoria.
Alrededores de Angkor Thom
Thommanon – Chau Say Tevoda
Al otro lado de la puerta de la victoria nos topamos con el Thommanon y el Chau Say Tevoda, dos templos hindúes del siglo XII que están uno enfrente del otro y quizá fueran en su día parte del mismo recinto. A pesar de ser templos hindúes, se pueden ver varias estatuas de buda, mostrándonos, una vez más en Angkor, la convivencia entre ambas religiones.
Después de deleitarnos en la soledad del Chau Say Tevoda (porque estuvimos completamente solos en este templo), cogimos camino hacia Ta Prohm, al que llegamos después de pasar Spean Thma, las ruinas de un viejo puente abrazado por un árbol, y Ta Keo, el templo inacabado.
Ta Prohm
Este templo, construido por Jayavarman VII y dedicado a su madre, es un ejemplo único de la fuerza de la naturaleza. Fue dado a la fama por Angelina Jolie en el rodaje de Tom Raider, y no es de extrañar, por que estar rodeado de tal simbiosis entre el hombre y la tierra, donde las raíces y los árboles centenarios se hacen sitio entre los ladrillos de los templos del viejo mundo , es el sueño de cualquier aventurero.
Es el único templo de Angkor que se dejó intacto tal y como se encontró, a excepción del puente o pasillo de piedra que lleva a la entrada, que está reconstruido.
Precisamente por no haber sido restaurado creo que es el que más sufre el paso del tiempo y las lluvias monzónicas, y ahora también el paso de los cientos de turistas que pasan cada día por ahí. A diferencia de su estructura, se pueden ver relieves y grabados en muy buen estado.
Debido al estado de las ruinas, la estratégica ubicación de los pasillos para que corra el aire que tienen la mayoría de los templos no funciona. Mi recomendación es que vayáis por la mañana, nosotros llegamos alrededor de las 12 y la entrada estaba llena de tuktuks y unos cuantos minibuses, el templo es relativamente estrecho y compacto y cuando hay mucha gente se vuelve un poco agobiante en algunos puntos.
A la salida recargamos fuerzas en unos puestos de comida que había justo enfrente de la puerta ( por 3$ el plato) y, aún en la piel de dos exploradores franceses, continuamos nuestro camino.
Srah Srang – Banteay Kdei
Al sudeste del Ta Prohm hay un pequeño Baray (embalse o estanque), el Srah Srang. Las vistas a este embalse están presididas por balaustradas con las cabezas de Naga, y custodiadas por dos leones guardianes.
Quizás este podría ser ese amanecer de ensueño particular lejos del bullicio del que hablaba cuando os contaba el amanecer en Angkor Wat.
Justo enfrente, al otro lado del camino, está el Banteay Kdei. Este templo, rescatado de la selva en 1946, recuerda un poco al Preah Khan o al Ta Prohm. Al igual que estos dos, es un templo de una sola planta, con varios gopurams y un santuario o torre central al estilo bayon.
Por recomendación de un amigo camboyano que conocimos en Sambor Prei Kuk (en la provincia de Kompong Thom), pusimos dirección a Banteay Samré.
El caso es que tan ennubilados nos quedamos con la belleza y el polvo del camino que tiramos carretera p’alante sin darnos cuenta de que nos habíamos pasado tres pueblos, y nunca mejor dicho, porque cuando empezamos a pasar pequeños pueblos de maderas y bambú, y varios campos de arroz, fue cuando nos dimos cuenta de que nos habíamos emocionado.
«No podíamos ir a algún lado y llegar siempre»
Cosas que pasan
Después de ver que Angkor no es una ciudad perdida, sino que es una ciudad protegida donde hay gente que siempre ha vivido allí (y allí siguen sus descendientes), dimos media vuelta y; ahora ya sí, de camino a nuestro destino; nos topamos, casi accidentalmente, con el Phnom Bok.
Phnom Bok es otro templo montaña, construido en la cima de una colina que tiene el mismo nombre. El guardia de seguridad nos invitó a entrar cuando pasamos, así que nos convenció para hacer una visita rápida.
Subimos unos pocos metros con la moto hasta una especie de terraplén, dónde había un pequeño santuario y unos niños con una nevera vendiendo refrescos, agua y cocos.
A partir de ahí hay que subir por unas escaleras montaña arriba, no se cuántos escalones tiene, sólo se que desde abajo no se ve el final, y que nuestros cuerpos ya cansados preferían seguir la ruta planeada. Así que nos sentamos a bebernos nuestro coco y nos fuimos, pero la puesta de sol desde esta montaña al noreste del Baray Oriental, con Angkor de fondo, seguro que no deja a nadie indiferente.
Banteay Samre
Por fin en Banteay Samre, dejamos la moto debajo de un árbol al lado del control de entrada (que está al lado de la carretera, no se cómo no lo vimos la primera vez que pasamos).
A pesar del cansancio que ya se nos iva notando, este templo cumplió con creces nuestras espectativas de un templo en Angkor alejado de los turistas, imagino que como siempre depende de la hora a la que vayáis, nosotros fuimos casi a las 4 y media de la tarde y sólo nos cruzamos con un par de personas, además a esa hora el sol, ya bajo, reflejaba en los muros y relieves dándoles un aire encantado.
Cuando salimos, quisimos ir a Neak Pean (también por recomendación de nuestro amigo), pero cuando llegamos allí ya habían cerrado el control de entrada, que está antes del puente. Decir que cuando fuimos nosotros (principios de marzo) cerraban las entradas a los templos a las 17:30h.
La puesta de sol era a las 18h, así que si quieres verla desde algún templo tendrás que estar antes allí. Sin haber podido disfrutar de la última joya de nuestra ruta angkoriana y ya atardeciendo, cogimos de nuevo el camino a la salida para dar por finalizado nuestro recorrido por Angkor.
Así acaba nuestra ruta en Angkor
El habernos perdido las vistas del Neak Pean, hizo que al pasar de vuelta por Angkor Thom, nos topáramos con la espectacular puesta de sol detrás del Baphuon, una última imagen de Angkor que no se va a borrar de nuestras retinas.
Sin duda la visita a Angkor nos deja imágenes imborrables en la retina, pero como fuimos viendo a lo largo de nuestro viaje, Camboya nos demostró tener (todavía) más de un trocito de paraíso en la tierra.
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